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El simbólico, el Imaginario y el real

« El simbólico, el Imaginario y el real » de Jacques Lacan de 1953, Traducido por Luisa M. Matallana Edito de septiembre

EL SIMBÓLICO, EL IMAGINARIO Y EL REAL

Jacques Lacan, 1953

Traducido por: Luisa M. Matallana [1]

 

Esta conferencia <<El simbólico, el imaginario y el real>> fue pronunciada el 8 de julio de 1953 como apertura de las actividades de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (S.F.P.). Esta versión está anunciada en el catálogo de la biblioteca de la e.l.p. (Ecole Lacanienne de Psychanalyse) como versión J.L.[2] Existen muchas otras versiones sensiblemente diferentes en ciertos pasajes, una de las cuales apareció en el Boletín de la Asociación Freudiana, 1982, no. 1.

 

Mis buenos Amigos

Ustedes pueden ver que para esta primera comunicación dicha <<científica>> de nuestra nueva Sociedad, he tomado un título no falto de ambición. Como fuere, comenzaré por lo pronto por excusarme, ustedes hagan el favor de considerar esta comunicación dicha científica, mejor como, a la vez, un resumen de puntos de vista que aquellos que están aquí, sus discípulos, conocen bien, con los cuales están familiarizados después de dos años de su enseñanza, y también como una suerte de prefacio o de introducción a una cierta orientación de estudio del psicoanálisis.

En efecto, yo creo que el retorno a los textos freudianos que han sido el objeto de mi enseñanza después de dos años, me ha – o mejor, nos ha, a todos los que hemos trabajado en conjunto, dado siempre la idea muy cierta de que no hay toma más total de la realidad humana que aquella hecha por la experiencia freudiana y que uno no puede abstenerse de retornar a las fuentes y a aprehender esos textos verdaderamente en todos los sentidos de la palabra. Uno no puede abstenerse de pensar que la teoría del psicoanálisis (y al mismo tiempo la técnica puesto que no forman más que una misma cosa) no hubiese sufrido una suerte de reducción, y, a decir verdad, de degradación. Es que en efecto, no es fácil mantenerse al nivel de una tal plenitud. Por ejemplo, un texto como aquel de “el hombre de los lobos”, pienso que esta tarde lo voy a tomar como base y ejemplo de lo que les voy a exponer. Mas he hecho toda la jornada de ayer una relectura completa; había hecho por encima un seminario el año pasado. Y he tenido simplemente todo el sentimiento de que ha sido imposible aquí darles una idea, así mismo aproximativa; y sobre mi seminario del último año no voy a hacer sino una cosa: rehacerlo el año próximo.

Pues eso que me ha parecido formidable en ese texto, tras el trabajo y el progreso que nosotros hemos hecho este año alrededor del texto de “el hombre de las ratas”, me deja pensar que eso que yo he sacado el último año como principio, como ejemplo, como tipo de pensamiento característico suministrado por ese texto extraordinario sería literalmente una simple aproximación (approche) como se dice en lengua anglosajona; dicho de otra manera, “un balbuceo” (balbutiement: balbuceo, tartamudeo). De suerte que después de todo, lo que haré puede ser incidentemente una breve alusión, pero ensayaré sobre todo, todo simplemente, de decir aquellas palabras sobre eso que quiere decir la posición de un tal problema; sobre esto que quiere decir la confrontación de esos tres registros que son bien los registros esenciales de la realidad humana, registros muy distintos y que se llaman: el simbolismo, lo imaginario y lo real.

Una cosa para empezar que es evidentemente notable y que no sabríamos evadir; a saber que hay en el análisis, toda una parte de real en nuestros sujetos, precisamente que se nos escapa; qué no escapó por tanto a Freud cuando él tenía que hacer a cada uno de sus pacientes. Mas, desde luego, si ello no le escapase, estaría todo además fuera de su botín [captura] y de su alcance. No se sabría estar demasiado sorprendido del hecho, de la manera donde él habla de su “hombre de las ratas”, distinguiendo entre “sus personalidades”. Es ahí encima que él concluye: “la personalidad de un hombre elegante, inteligente y cultivado”, él la pone en contraste con otras personalidades de las cuales él ha hecho estilo. Si aquello está atenuado cuando él habla de su “hombre de los lobos”, él habla también. Mas, a decir verdad, nosotros no estamos forzados a contraindicar todas sus apreciaciones. No parece que él tratase en “el hombre de los lobos” de alguno de gran clase también. Pero no es sorprendente, él le puso de lado como un punto particular. En cuanto a su “Dora”, no hablemos; justo todo si no se puede decir que él la amó.

Hay pues allí alguna cosa que, evidentemente, no deja de sorprendernos y que, en suma, es aquella cosa a la cual nosotros tenemos que hacernos todo el tiempo . Y diré que este elemento directo, este elemento de peso, de apreciación de la personalidad es quella cosa de bastante [texto faltante] con lo que nosotros estamos en en relación sobre el registro mórbido, de una parte, y hasta sobre el registro de la experiencia analítica con sujetos que absolutamente no caen bajo el registro mórbido; es quella cosa que nos falta siempre, después de todo, reservar y que está particularmente presente en nuestra experiencia a nosotros otros que estamos encargados de esta carga pesada de elegir a los que se someten al análisis en un fin didáctico.

¿Qué es lo que diremos después de todo, al fin y al cabo? Cuando hablamos, al término de nuestra selección, si no es que todos los criterios que se invocan (¿ falta el de la neurosis para hacer a un buen analista? ¿ Un poquito? ¿ Mucho? Seguramente no: ¿no del todo? ¿Pero, en resumidas cuentas, acaso es ello lo que nos guía en un juicio que algún texto no puede definir, y que nos hace apreciar las cualidades personales, esta realidad? ¿Y qué se expresa en esto: que un sujeto tiene tela o no la tiene; que él es, como dicen los Chinos, « She-un-ta » o « hombre de gran tamaño « , o  » Sha-ho-yen « ,  » un hombre de pequeño tamaño « ? Es algo donde falta decir bien qué es lo que constituye los límites de nuestra experiencia. Es en ese sentido que se puede decir, para colocar la cuestión de saber qué es lo que es puesto en juego en el análisis: ¿Qué es? ¿Es eso la relación real al sujeto, a saber según una cierta manera y según nuestras medidas de reconocer? ¿Es esto a lo que tenemos que hacernos en el análisis? Ciertamente no. Es indiscutiblemente otra cosa. Y está muy allí la cuestión que nos hacemos sin cesar y que se hacen todos aquellos que intentan brindar una teoría de la experiencia analítica. ¿Qué es lo que esta experiencia singular entre todas, lo que va a aportar en estos sujetos de transformaciones así profundas? ¿ Y qué son ellas? ¿Cuál es el resorte?

Todo esto, la elaboración de la doctrina analítica después de los años es hecha para responder a esta cuestión. Es cierto que el hombre del público común no parece asombrarse de otro modo de la eficacia de esta experiencia que transcurre por completo en palabras, y de un cierto modo, en el fondo; tiene razón ya que en efecto, ella marcha, y que, para explicarla, parecería que tuviésemos primero sólo que demostrar el movimiento marchando. Y ya « hablar » es introducirse en el sujeto de la experiencia analítica. Es allí, en efecto, dónde conviene proceder y saber; comezar por plantear la pregunta: « ¿Qué es la palabra?  » es decir el <<símbolo>>.

En verdad, a lo que asistimos, es más bien a una evitación de esta pregunta. Y, desde luego, lo que constatamos es que al reducir esta cuestión, al querer no ver en los elementos y los resortes técnicos propiamente del análisis sino algo que debe lograrse, por una serie de tanteos, para modificar las conductas, las competencias, las costumbres del sujeto, acabamos muy rápidamente en un cierto número de dificultades y de impases, no por cierto al punto de encontrarles un lugar en el conjunto de una consideración total de la experiencia analítica; pero al ir en este sentido, vamos siempre más hacia un cierto número de opacidades se nos oponen y que tienden a transformar desde entonces el análisis en algo por ejemplo, que aparecerá como mucho más irracional de lo que es realmente esto.

Es muy sorpredente ver cuántos recientes y recientemente venidos a la experiencia analítica se produjeron, en su primer modo de expresarse sobre su experiencia, planteando la cuestión del carácter irracional de este análisis, mientras que parezca que posiblemente no hay, al contrario, técnica más transparente.

Y, por supuesto, todo va en este sentido. Abundamos en un cierto número de vistas psicológicas más o menos parciales del sujeto paciente; hablamos de su <<pensamiento mágico>>; hablamos de toda clase de registros que tienen indiscutiblemente su valor y son encontrados de modo muy vivo por la experiencia analítica. De ahí a pensar que el análisis mismo juega en un cierto registro, por supuesto, en el pensamiento mágico, no hay más que un paso, rápidamente atravesado cuando no se va y no se decide mantenerse primero en la cuestión primordial: <<Qué es esta experiencia de la palabra>> y, para decirlo todo, de poner al mismo tiempo la cuestión de la experiencia analítica, la cuestión de la esencia y del comercio de la palabra.

Creo que aquello de lo que se trata es de partir de esto:

Partamos de la experiencia, tal como ella nos es presentada al comienzo en las primeras teorías del análisis: ¿qué es este « neurótico » con quien estamos relacionados por la experiencia analítica? ¿ Qué es lo que va a pasar en la experiencia analítica? ¿Y este pasaje del consciente al inconsciente? ¿Y cuáles son las fuerzas que dan a este equilibrio una cierta existencia? Lo llamamos el principio de placer.

Para ir rápidamente diremos con el señor Saussure [Raymond de Saussure] que « el sujeto alucina su mundo », es decir que sus ilusiones o sus satisfacciones ilusorias no podían ser de todos los órdenes. Va a hacerles seguir un otro orden evidentemente que aquellos de sus satisfacciones que encuentran su objeto en lo real puro y simple. Jamás un síntoma aplacó el hambre o la sed de modo duradero, fuera de la absorción de alimentos que les satisfacen. Aunque una disminución general del nivel de la vitalidad puede responder, en los casos límites, por ejemplo la hibernación natural o artificial. Todo esto es concebible sólo como una fase que no sabría desde luego durar, salvo si implica daños irreversibles.

La misma reversibilidad de los disturbios neuróticos implica que la economía de las satisfacciones que estuvieron implicadas allí fueran de otro orden, e infinitamente menos ligadas a ritmos orgánicos fijos, aunque comandando desde luego una parte de ellos. Esto define la categoría conceptual que define este tipo de objetos. Es justamente lo que estoy camino de calificar:  » lo imaginario « , si se le quiere reconocer todas las implicaciones que le convienen.

A partir de allí, todo es completamente simple, claro, fácil, de ver que este orden de satisfacción imaginaria no puede encontrarse sino sólo en el orden de los registros sexuales

Todo es dado allí, a partir de este tipo de condición previa de la experiencia analítica. Y no es asombroso, aunque, desde luego, las cosas hubieran debido ser confirmadas, controladas, inauguradas, yo diría, por la experiencia, que una vez la experiencia hecha, las cosas aparezcan de un perfecto rigor.

El término « libido » es una noción que sólo expresa esta noción de reversibilidad que implica la de la equivalencia, de un cierto metabolismo de las imágenes; para poder pensar en esta transformación, hace falta un término energético al que sirvió el término de libido. Aquello de lo que se trata, es desde luego, algo complejo. Cuando digo « satisfacción imaginaria », evidentemente no es el hecho simple de que Demetrio quedó satisfecho de haber soñado que él poseía la sacerdotiza cortesana… aunque este caso es sólo un caso particular en el conjunto … Pero es algo que va mucho más lejos y actualmente es recortado por toda una experiencia que es la experiencia que los biólogos evocan concerniendo a los ciclos instintuales, muy especialmente en el registro de los ciclos sexuales y de la reproducción; a saber que, dejados de lado los estudios todavía más o menos inciertos e improbables que conciernen a las paradas neurológicas en el ciclo sexual, que no son lo que hay más sólido en sus estudios, está demostrado que estos ciclos entre los animales mismos <texto faltante> no se encuentra otro término que la palabra misma que sirve para designar los disturbios y los resortes primarios sexuales de los síntomas en nuestros sujetos, a saber el « desplazamiento ».

Lo que muestra el estudio de los ciclos instintuales entre los animales, es precisamente su dependencia de un cierto número de disparadores, de mecanismos de disparo que son esencialmente de orden imaginario, y que son lo que hay allí de más interesante en los estudios del ciclo instintual, a saber que su límite, su definición, el modo de precisarlos fundados sobre la puesta a prueba de un cierto número de señuelos <texto faltante> hasta un cierto límite de borradura, son susceptibles de provocar en el animal este tipo de posición erecta de la partida del ciclo del comportamiento sexual del que se trata. Y el hecho de que al interior de un ciclo de comportamiento determinado, es siempre susceptible de sobrevenir en ciertas condiciones un cierto número de desplazamientos; por ejemplo, en un ciclo de combate, la sobrevenida brusca, al regreso de este ciclo ( entre las aves uno de los combatientes que se pone de repente a alisarse las plumas), de un segmento del comportamiento de ostentación que intervendrá allí en medio de un ciclo de combate.

Mil otros ejemplos pueden ser dados. No estoy aquí para enumerarlos. Esto simplemente es para darles la idea que este elemento de desplazamiento es un resorte absolutamente esencial del orden, y principalmente del orden de los comportamientos ligados a la sexualidad. Sin duda, estos fenómenos no son electivos entre los animales. Pero otros comportamientos (cf. los estudios de Lorenz sobre las funciones de la imagen en el ciclo de la crianza), muestran que lo imaginario desempeña un papel además eminente en el orden de los comportamientos sexuales. Y además, en el hombre, es siempre sobre ese plano, y principalmente sobre este plano, que nos encontramos delante de este fenómeno.

Desde ahora, señalemos, puntuemos esta exposición por esto: que estos elementos de comportamientos instintuales desplazados en el animal son susceptibles de algo donde vemos el bosquejo de lo que llamaremos un  » comportamiento simbólico « .

Lo que se llama en el animal un comportamiento simbólico es a saber que, cuando uno de estos segmentos desplazados toma un valor socializado, sirve para el grupo animal de señalamiento de puntos de referencia para un cierto comportamiento colectivo.

Así, nosotros sostenemos que un comportamiento puede ser imaginario cuando su orientación sobre las imágenes y su propio valor de imagen para un otro sujeto lo hacen susceptible de desplazamiento fuera del ciclo que asegura la satisfacción de una necesidad natural.

A partir de ahí, el conjunto donde se trata de raíz, el comportamiento neurótico, puede ser dicho, sobre el plano de la economía instintiva, ser elucidado –y de saber porqué se trata siempre de comportamiento sexual, desde luego. No necesito volver allá, si no es para indicar brevemente que un hombre pueda eyacular a la vista de una pantufla es algo que no nos sorprenda, ni tampoco que un esposo se sirva de eso para devolverle mejores sentimientos, sino que ciertamente nadie puede soñar que una pantufla pueda servir para apaciguar un hambre, hasta el extremo, de un individuo. Igual eso a lo que nos tenemos que hacer constantemente son fantasmas [fantasías]. En el orden del tratamiento, no es raro que el paciente, el sujeto, haga intervenir, en el curso de un análisis un fantasma tal que aquel de la “fellatio del compañero (partenaire) analista”. ¿Es allí también algo que hacemos volver a un ciclo arcaico de su biografía de un modo cualquiera? ¿ Una anterior subalimentación? Es muy evidente que, cualquiera sea el carácter incorporativo que demos a esos fantasmas, jamás soñaremos con eso. ¿Qué decir?

Esto puede decir muchas cosas. De hecho, hay que ver bien que lo imaginario está a la vez lejos de confundirse con el dominio de lo analizable, y que, de otra parte puede tener allí otra función que lo imaginario. Esto no es porque lo analizable encuentra lo imaginario que lo imaginario se confunda con lo analizable, que él es todo entero lo analizable, y que él es todo entero lo analizable o lo analizado.

Para tomar el ejemplo de nuestro fetichista, aunque esto sea raro, si admitimos que se trata allí de un tipo de perversión primitiva, no es imposible contemplar casos semejantes. Supongamos que se trate de uno de estos tipos de desplazamiento imaginario, tal como aquellos a los que encontramos realizados en el animal. Supongamos en otros términos que la pantufla sea aquí, muy estrictamente, el desplazamiento del órgano femenino, ya que es mucho más a menudo en el macho (varón) que el fetichismo existe. Si no hubiera literalmente nada que pudiera representar una elaboración con relación a este dato primitivo, sería también inanalizable lo que es inanalizable de tal o tal fijación perversa.

A la inversa, para hablar de nuestro paciente, o sujeto, presa de un fantasma, ahí es otra cosa que tiene un otro sentido, y allí, es muy claro que si este fantasma puede ser considerado como algo que representa lo imaginario, puede representar ciertas fijaciones a un estadio primitivo oral de la sexualidad, por otra parte, no diremos que este fellateur sea un fellateur constitucional.

Entiendo por ahí que aquí, el fantasma del que se trata, el elemento imaginario estrictamente tiene sólo un valor simbólico que tenemos que apreciar y comprender sólo con arreglo al momento del análisis donde él va a insertarse. En efecto, aunque el sujeto retiene la confesión, este fantasma surge y su frecuencia muestra bastante que surge en el momento del diálogo analítico. Él está hecho para expresarse, para ser dicho, para simbolizar algo y algo que tenga un sentido todo diferente, según el momento mismo del diálogo.

¿ Entonces, qué a decir? Que no basta que un fenómeno represente un desplazamiento, es decir que se inscriba en los fenómenos imaginarios, para ser un fenómeno analizable, de una parte, y para que lo sea, hace falta que represente otra cosa que sí-mismo, si lo puedo decir.

Para abordar, de un cierto modo, el tema del que hablo, a saber el simbolismo, diré que toda una parte de las funciones imaginarias en el análisis no tienen otra relación con la realidad fantasmal que ellas manifiestan que, si ustedes quieren, la sílaba  » po  » lo tiene entre el vaso y las formas, preferentemente simples, que ella designa. Así como se lo ve fácilmente en el hecho de que en « policía » o « cobarde » (poltron) esta sílaba  » po  » tiene evidentemente un muy diferente valor [relación contextual]. Podremos servirnos de la « vasija » (pot) para simbolizar la sílaba “po”, inversamente, en el término “policía” o “cobarde” (poltron), pero convendrá entonces añadir a eso al mismo tiempo otros términos también imaginarios que no serán tomados allí por otra cosa que como sílabas destinadas a completar la palabra.

Así es como hay que entender lo simbólico de lo que se trata en el intercambio (comercio) analítico, a saber que lo que encontramos, y lo que hablamos es lo que encontramos y encontramos sin cesar, y lo que Freud manifestó como siendo su realidad esencial, sea que se trate de síntomas reales, actos fallidos, y sea lo que quiera que sea quien se inscriba; se trata todavía y siempre de símbolos y de símbolos hasta muy específicamente organizados en el lenguaje, así pues funcionando a partir de este equivalente del significante y del significado: la misma estructura del lenguaje.

No es mío este término,  » el sueño es un rebus », es de Freud mismo. Y que el síntoma no exprese, él también, aquella cosa de estructura y de organizado como un lenguaje está bastante manifiesto por el hecho, para hacerse del más simple entre ellos, del síntoma histérico que es, que da siempre algo equivalente a una actividad sexual, pero jamás un equivalente unívoco, al contrario, siempre es plurívoco, sobrepuesto, sobredeterminado, y, para decirlo todo, muy exactamente construido al modo en el que las imágenes son construídas en los sueños, como representando una concurrencia, una superposición de símbolos, por muy compleja que le sea una frase poética que vale a la vez por su tono, su estructura, sus retruécanos, sus ritmos, su sonoridad, pues esencialmente sobre varios planos, y del orden y del registro del lenguaje.

¡A la verdad, esto posiblemente no nos parecerá suficiente en su relevancia, si no tratamos de ver a pesar de todo qué es eso, por completo originariamente que el lenguaje!

Desde luego (la cuestión del origen del lenguaje, no estamos aquí para hacer un delirio colectivo, organizado, ni individual. Es uno de los temas que se pueden prestar mejor a estos tipos de delirios) sobre la cuestión del origen del lenguaje; el lenguaje está ahí; es un emergente. Y ahora que emergió, nosotros no sabremos nunca jamás cuándo ni cómo comenzó, ni cómo era antes de que sea.

¿Pero a pesar de todo, cómo expresar este algo que debiera posiblemente haberse presentado como una de las formas más primitivas del lenguaje? Piensen en las contraseñas [santo y señas]. Vean, escojo a propósito este ejemplo, justamente porque el error y el espejismo, cuando se habla del sujeto del lenguaje, está siempre en creer que su significación es lo que él designa. Pero no, pero no. Claro que designa algo, cumple una cierta función. Y escojo a propósito la contraseña, porque la contraseña tiene esta propiedad de ser escogida justamente de modo completamente independiente de su significación (y si esta es idiota, a la que la Escuela responde – sin duda jamás hay que responder – que la significación de tal palabra es designar a quien lo pronuncia como teniendo tal o tal propiedad respondiendo a la pregunta que hace concertarse [reunirse]. Otros dirían que el ejemplo está mal elegido porque es tomado dentro de una convención, esto todavía vale más) y, por otra parte, no podemos negar que la contraseña tuviera las virtudes más preciosas. Sirve simplemente para evitarles ser matados (tu-matar, tué-matado).

Así es como efectivamente podemos considerar el lenguaje como teniendo una función. Nacido entre estos animales feroces que debieron ser los hombres primitivos (a juzgarlo según los hombres modernos, esto no es inverosímil), la contraseña es justamente aquella en la que no « se reconocen los hombres del grupo », pero en lo que « se constituye el grupo « .

Hay un otro registro donde se puede meditar sobre esta función del lenguaje; es el lenguaje estúpido del amor, que consiste al último grado del espasmo del éxtasis – o al contrario de la rutina, según los individuos – a, súbitamente calificar a su compañero sexual con uno de los nombres más vulgares de una verdura, o del animal de los más repugnantes. Esto expresa tan ciertamente algo que ciertamente no está lejos de tocar la cuestión del horror del anonimato. No es para nada para lo que tal o tal de estas apelaciones, animal o soporte más o menos totémico, se encuentre en la fobia. Es evidentemente que hay, entre los dos, algún punto común; el sujeto humano está por completo especialmente expuesto, veremos esto en seguida, a este tipo de vértigo que surge y experimenta la necesidad de alejarlo, la necesidad de hacer algo transcendental; esto no está para nada en el origen de la fobia.

En estos dos ejemplos, el lenguaje está particularmente desprovisto de significación. Ustedes ven mejor allí lo que distingue al símbolo del signo a saber la función interhumana del símbolo. Quiero decir algo que nace con lenguaje y que hace que después de que la palabra (y es a lo cual sirve la palabra) verdaderamente fue palabra pronunciada, los dos compañeros sean otra cosa que antes. Esto sobre el ejemplo más simple.

Ustedes tendrían la razón por otra parte de creer que no son justamente ejemplos particularmente plenos. Seguramente a partir de algunas observaciones, ustedes podrán percatarse de que, a pesar de todo, sea en la contraseña, o sea en la palabra que se llama amor, que se trata de algo, que en resumidas cuentas, que está pleno de alcance. Digamos que la conversación que en el momento medio de sus carreras de estudiantes, ustedes pudieron tener una cena de patrono también medio, donde el modo y la significación de las cosas que se cambia <texto faltante> cuanto este carácter es equivalente de conversaciones encontradas en la calle y en el autobús, y que no es otra cosa que un cierto modo de hacerse reconocer, lo que justificaría a Mallarmé diciendo que el lenguaje era “comparable a esta moneda desaparecida que se pasa de mano en mano en silencio « .

Veamos pues después de todo de lo que se trata a partir de allí, y, después de todo lo que se establece cuando el neurótico llega a la experiencia analítica.

El caso es que él también comienza a decir de las cosas. Dice sobre cosas, y las cosas que dice, no hay muchísimo para asombrarnos si, al principio, no son tampoco otra cosa que estas palabras de poco peso a las cuales acabo de hacer alusión. Sin embargo, hay algo que es fundamentalmente diferente, es que él va al analista para otra cosa que para decir tonterías y vanalidades que, desde ahora, en la situáción está implicado algo, y algo que no es nada, puesto que en suma, es su propio sentido más o menos lo que él viene a buscar; es que algo es puesto allí místicamente sobre la persona de quien lo escucha. ¡Desde luego, él avanza hacia esta experiencia, hacia esta vía original, con mi Dios! lo que tiene a su disposición: a saber que lo que él cree primero es que hace falta que él mismo haga la medicina, que él instruye al analista. Desde luego, ustedes tienen su experiencia cotidiana; la devuelven a su plano, digamos que aquello de lo que se trata, no es de esto, sino que se trata de hablar, y, preferentemente, sin buscar poner orden, organización, es decir sin ponerse, según un narcisismo bien conocido, en el lugar de su interlocutor.

En resumidas cuentas, la noción que tenemos del neurótico es que en sus síntomas mismos, es una « palabra amordazada”donde se expresa un cierto número, decimos de “trasgresiones a un cierto orden”, que, por ellas mismas gritan al cielo el orden negativo en el cual están inscritas. A falta de realizar el orden del símbolo de una manera viva, el sujeto realiza imágenes desordenadas en donde ellas son los sustitutos. Y, desde luego, es esto lo que va primero y desde ahora a interponerse a toda relación simbólica verdadera.

Lo que el sujeto expresa primero y desde ahora cuando habla, se explica, es ese registro que llamamos las “resistencias”; eso que no quiere y que no puede ser interpretado de otra manera que como el hecho de una realización hic et nunc[3], en la situación y con el analista, de la imagen o de las imágenes que son aquellas de la experiencia precoz.

Y es muy sobre esto que toda la teoría de la resistencia se edificó, y esto solamente después del gran reconocimiento del valor simbólico del síntoma y de todo lo que puede ser analizado.

Lo que la experiencia prueba y encuentra, es justamente otra cosa que la realización del símbolo; es la tentativa por el sujeto, de constituir hic et nunc, en la experiencia analítica, esta referencia imaginaria, lo que llamamos las tentativas del sujeto de hacer entrar al analista en su juego. Eso que nosotros vemos, por ejemplo, en el “hombre de las ratas”, cuando nosotros nos percatamos (rápidamente, pero no en seguida, y Freud tampoco), que al contar su historia obsesiva, la gran observación alrededor del suplicio de las ratas, hay la tentativa del sujeto de realizar hic et nunc, aquí y con Freud, este tipo de relación sádico-anal imaginaria que le constituye sólo la sal de la historia. Y Freud se percata muy bien, que se trata de algo que se traiciona y se traduce fisionómicamente, sobre la cabeza misma, la cara del sujeto, por lo que califica en aquel momento « el horror del goce ignorado ».

A partir del momento en que estos elementos de la resistencia sobrevinieron en la experiencia analítica, en que se pudieron medir, poner como tales, es un momento significativo en la historia del análisis. Y se puede decir que es a partir del momento en que se supo hablar de eso de modo coherente y a la fecha, por ejemplo, del artículo de Reich, uno de los primeros artículos sobre este tema (aparecido en el International Journal), en el momento en el que Freud hacía surgir lo segundo [ref.2ª.tópica] en la elaboración de la teoría analítica y que no representa nada más que la teoría del yo (moi); hacia esta época, en 1920, aparece « das Es » [El Ello] y en aquel momento, comenzamos a percatar al interior (hay que mantenerlo siempre al interior del registro de la relación simbólica), que el sujeto resiste; que esta resistencia, ello no es algo como una simple inercia opuesta al movimiento terapéutico, como se podría decir en física que la masa resiste a toda aceleración. Es algo que establece un cierto lazo, que se opone como tal, como una acción humana, a aquella del terapeuta; pero estando aparte no hace falta que el terapeuta se equivoque. Esto no le pertenece, en tanto que realidad que se opone, es en la medida en que, en su lugar, es realizada una cierta imagen que el sujeto proyecta sobre él.

A decir verdad, estos términos sólo son aproximados.

También es en este momento que nace la noción de instinto agresivo, que falta añadir a la libido el término de destrudo. Y esto, no sin razón. Porque a partir del momento en que su fin (propósito, blanco) <texto faltante> las funciones por completo esenciales de estas relaciones imaginarias, tales que ellas aparecen bajo la forma de resistencia, aparece un otro registro que no está ligado a nada menos que a la función propia que juega el yo (moi), a esta teoría del yo (moi) en la cual yo (je) no entraré hoy, y que es lo que falta absolutamente distinguir en toda noción coherente y organizada del yo (moi) del análisis; a saber sobre el yo (moi) como función imaginaria, del yo (moi) como unidad del sujeto alienado a él-mismo, del yo (moi) como eso en lo que el sujeto no puede reconocerse primero mas que alienándose, y pues no puede encontrarse salvo aboliendo el alter ego del yo (moi), que como tal, desarrolla la dimensión, muy distinta de la agresión, que se llama ella misma y de ahora en adelante: la agresividad.

Creo que nos falta volver a sostener la cuestión en estos dos registros: la cuestión de la palabra y la cuestión de lo imaginario.

La palabra, se los mostré bajo una forma abreviada, desempeña ese papel esencial de mediación. De mediación, es decir de algo que cambia a los dos compañeros en presencia, a partir del momento en que que ha sido realizada. Esto no tiene nada por otra parte que no nos sea dado hasta en el registro semántico de ciertos grupos humanos. Y si ustedes leen (no es un libro que merece todas las recomendaciones, sino que es bastante expresivo y particularmente manejable y excelente como introducción para los que necesitan ser introducidos), el libro de Lenhardt: Do Kamo, ustedes verán allí que en los Canacos, sucede algo bastante particular sobre el plano semántico, a saber que la palabra « palabra » significa algo que va mucho más lejos que lo que llamamos tal. Es además una acción. Y por otra parte también para nosotros « palabra dada  » es también una forma de acto. Pero es también algunas veces un objeto, es decir algo que se porta, una gavilla [haz]… Es no importa qué. Mas a partir de ahí, algo existe que no existía antes. Convendría también hacer una otra observación: es que esta palabra mediadora no es pura y simplemente mediadora sobre ese plano elemental; ella permite trascender entre dos hombres la relación agresiva fundamental al espejismo del semejante. Falta que ella sea aun otra cosa, porque si se reflexiona sobre eso, se ve que no sólo constituye esta mediación, sino que también, ella constituye la realidad misma: esto es completamente evidente si ustedes consideran lo que se llama una estructura elemental, es decir arcaica de parentesco. Lejos de ser elementales, ellas no lo son siempre. Por ejemplo, es especialmente complejo (pero, a la verdad esas estructuras complejas no existirían sin el sistema de las palabras que las expresa), el hecho de que, en nosotros, las interdicciones que reglamentan el intercambio humano de las alianzas, en el propio sentido de la palabra, sean reducidas a un número de interdicciones excesivamente restrictivas, nos propende a confundir los términos como “padre, madre, hijo…  » con las relaciones efectivas [reales].

Es porque el sistema de relaciones de parentesco, para que hubiera sido hecho, está extremadamente reducido, en sus límites y en su campo. Pero si ustedes formaran parte de una civilización donde ustedes no pueden casarse con tal prima al séptimo grado, porque está considerada como prima paralela, o a la inversa, como prima cruzada, o que se encuentra con ustedes en una cierta homonimia que devuelve las tres o cuatro generaciones, ustedes se percatan que las palabras y los símbolos tienen una influencia decisiva en la relidad humana, y es precisamente que las palabras tienen exactamente los sentidos que yo decreto darles. Como diría Humpty Dumpty en Lewis Carroll cuando se le demanda el porqué. Él hace esta respuesta admirable: “porque yo soy el maestro [amo; maître]”.

Dígase que al comienzo, es muy claro que el hombre es en efecto quien da su sentido a la palabra. Y que si las palabras luego se encontraron en el común acuerdo de la comunicabilidad, a saber que las mismas palabras sirven para reconocer la misma cosa, es precisamente en función de relaciones, de una relación de partida, que le permitió a esta gente ser de las gentes que comunican. En otros términos, ni hablar en absoluto, salvo en una percepción psicológica expresada, de tratar de deducir cómo las palabras salen de las cosas y les son aplicadas sucesivamente y individualmente; pero de entender que es al interior del sistema total del discurso, del universo de un lenguaje determinado, que comprende, por una serie de complementaciones, un cierto número de significaciones; que lo que hay a significar, a saber las cosas, tiene que arreglarse a [darse maña en] tomar lugar.

Así es como las cosas, a través de la historia, se constituyen. Es lo que hace particularmente pueril toda teoría del lenguaje, para que se tenga que comprender el papel que juega en la formación de los símbolos. Que aquella que es dada por ejemplo por Massermann, el que hizo sobre eso (en el International Journal of Psycho-analysis 1944), un artículo muy bonito que se llama: “Lenguaje, comportamiento y psiquiatría dinámica”. Es claro que uno de los ejemplos que él da muestra bastante la debilidad del punto de vista conductual. Porque es de esto de lo que se trata en esta ocasión. Él cree que resuelve la cuestión de la simbología del lenguaje, dando este ejemplo: el acondicionamiento que se tendría del efecto en la reacción de contracción de la pupila ante la luz, que regularmente se habría hecho producir al mismo tiempo que con una campanilla. Suprimimos luego la excitación a la luz, la pupila se contrae cuando se agita la campanilla. Acabaríamos por obtener la contracción de la pupila por la simple audición de la palabra « contract (contraer) ». ¿Creen que con esto, ustedes resolvieron la cuestión del lenguaje y de la simbolización? Mas es muy claro que si, en lugar de “contraer”, uno hubiera dicho otra cosa, uno podría obtener exactamente el mismo resultado. Y eso de lo que se trata no es el acondicionamiento de un fenómeno, mas de lo que se trata en los síntomas es de la relación del síntoma con todo el sistema completo del lenguaje. Es decir, el sistema de significaciones de las relaciones interhumanas como tales.

Yo creo que el resorte de lo que vengo a decirles es esto: ¿qué es lo que nosotros constatamos, y en lo que el análisis recorta muy exactamente estas observaciones y nos muestra hasta en el detalle el alcance y la presencia?

Es ni más ni menos esto: que toda relación analizable, es decir interpretable simbólicamente, está siempre más o menos inscrita en una relación a tres. Ya lo vimos en la estructura misma de la palabra: mediación entre tal y tal sujeto, en eso que es realizable libidinalmente; eso que nos muestra el análisis y eso que da su valor a este hecho afirmado por la doctrina y demostrado por la experiencia de que nada finalmente se interpreta, porque es de esto que se trata: a través de la realización edípica. Es esto lo que ello quiere decir. Esto quiere decir que toda relación a dos está siempre más o menos marcada del estilo de lo imaginario; y que para que una relación tome su valor simbólico, hace falta que hubiera la mediación de un tercer personaje que realice, por relación al sujeto, el elemento trascendente gracias al cual su relación al sujeto puede ser sostenido a una cierta distancia.

Entre la relación imaginaria y la relación simbólica, hay toda la distancia que hay en la culpabilidad. Es para esto, la experiencia se los muestra, que la culpabilidad siempre es preferida a la angustia. La angustia misma es desde ahora, lo sabemos por los progresos de la doctrina y de la teoría de Freud, ella está siempre ligada a una pérdida, es decir a una transformación del yo (moi), es decir a una relación a dos sobre el punto de desvanecerse y a lo cual debe suceder algo más que el sujeto no puede abordar sin un cierto vértigo. Es esto que es el registro y la naturaleza de la angustia. Tan pronto como se introduce el tercero, y <texto faltante> que entra en la relación narcisista ha introducido la posibilidad de una mediación efectiva (réelle), por el intermediario esencialmente del personaje que, por relación al sujeto, representa un personaje trascendente, dicho de otra manera una imagen de maestría por intermedio de la cual su deseo y su cumplimiento pueden realizarse simbólicamente. En este momento interviene otro registro, que es justamente el que se llama: o aquel de la ley, o aquel de la culpabilidad, según el registro en el cual es vivido. (Ustedes sienten que abrevio un poco; es el plazo. Creo que dando esto de modo abreviado no les desvío demasiado por eso, ya que también son cosas que aquí o en otro lugar en nuestras reuniones, repetí muchas veces).

Lo que querría subrayar que concierne a este registro, de lo simbólico, es sin embargo, importante. Tienen que saber esto: tan pronto como se trata de lo simbólico, es decir eso en lo que el sujeto se compromete, en una relación propiamente humana, tan pronto como se trata de un registro del “yo” (« je”) , eso en lo que el sujeto se compromete. En “yo quiero…., yo amo…” hay siempre algo, literalmente hablado, de problemática, es decir que hay un elemento temporal muy importante a considerar. ¿Qué es lo que quiero decir así? Esto pone todo un registro de problemas que deben ser tratados paralelamente a la cuestión de la relación de lo simbólico y de lo imaginario. La cuestión de la constitución temporal de la acción humana es, ella, absolutamente inseparable de la primera. Aunque no pueda tratarlo en su amplitud esta tarde, hay que por lo menos indicar que la encontramos sin cesar en el análisis, quiero decir de modo más concreto. Allí también, para comprenderla, conviene partir de una noción estructural, si se puede decir existencial, de la significación del símbolo.

Uno de los puntos que aparece de los más <texto faltante> de la teoría analítica, a saber el del automatismo, del automatismo pretendido de repetición, cuyo primer ejemplo Freud dio tan bien, y cómo actúa la primera maestría: el niño del que se borra, por la desaparición, su juguete. Esta repetición primitiva, esta escansión temporal que hace que la identidad del objeto es mantenida: y en la presencia y en la ausencia, tenemos ahí muy exactamente el alcance, la significación del símbolo en tanto que él se relaciona al objeto, es decir a eso que se llama el concepto.

Entonces, encontramos allí tan ilustrado algo que parece tan oscuro cuando se lo lee en Hegel, a saber: que « el concepto es el tiempo« . Haría falta una conferencia de una hora para hacer la demostración de que el concepto, es el tiempo. (Cosa curiosa, el señor Hyppolite, que trabaja la fenomenología del espíritu, se contentó con poner una nota que decía que era uno de los puntos más oscuros de la teoría de Hegel).

Pero allí, ustedes verdaderamente tocaron con el dedo esta cosa simple que consiste en decir que el símbolo del objeto, es justamente  » el objeto ahí « . Cuando no está más ahí, es el objeto encarnado en su duración, separado de sí-mismo y el que, por ahí mismo, puede serles siempre presente en cierto modo, siempre allí, siempre a su disposición. Encontramos allí la relación que hay entre el símbolo y lo que hace que todo lo que es humano es considerado como tal, y cuanto más humano, más es preservado, si se puede decir, del lado lado moviente y descompensante del proceso natural. El hombre mismo hace, y ante todo hace subsistir en una cierta permanencia todo lo que ha durado como humano

Y encontramos un ejemplo. Si hubiera querido tomar por una otra parte la cuestión del símbolo, en lugar de partir de la palabra, de la palabra o de la pequeña gavilla, me habría ido del túmulo sobre la tumba del jefe o sobre la tumba de no importa quien. Es eso que caracteriza la especie humana, justamente, de rodear el cadáver de algo que constituye una sepultura, de mantener el hecho de que “esto duró”. El túmulo o no importa qué otro signo de sepultura amerita muy exactamente el nombre de símbolo, de algo humanizante. Yo llamo símbolo a todo eso de lo que intenté mostrar la fenomenología.

Es por eso que si les señalo esto, no es evidentemente sin razón, y la teoría de Freud debió empujarse hasta la noción a la que dio valor de un instinto de muerte, y todos aquellos que, en la continuación, colocaron énfasis únicamente en lo que es el elemento resistencia, es decir el elemento acción imaginaria durante la experiencia analítica, y anulando más o menos la función simbólica del lenguaje, son los mismos para los que el instinto de muerte es algo que no tiene razón de ser.

Este modo de « realizar », en el sentido propio de la palabra, de devolver a un cierto real la imagen, desde luego que ha incluido allí como una función esencialmente un signo particular de este real, devolver a lo real la expresión analítica, está siempre en aquellos que no tienen este registro, los que la desarrollan bajo este registro, es siempre correlativo de la puesta entre paréntesis, incluso la exclusión de lo que Freud puso bajo el registro del instinto de muerte, o lo que llamó más o menos automatismo de repetición.

Con Reich, esto es exactamente característico. Para Reich todo eso que el paciente cuenta es “flatus vocis”, la manera en que el instinto manifiesta su armadura. Punto que es significativamente muy importante, mas como tiempo de esta experiencia, es en la medida en que es puesto entre paréntesis toda esta experiencia como simbólica, que el instinto de muerte es él mismo excluído, puesto entre paréntesis. Desde luego, este elemento de la muerte no se manifiesta sino sobre el plano del símbolo. Ustedes saben que se manifiesta más o menos en eso que es del registro del narcisismo. Mas es otra cosa de lo que trata, y que está mucho más cerca de este elemento de anonadación final, ligado a toda especie de desplazamiento. Desde luego, se le puede concebir. El origen, la fuente, como lo indiqué a propósito de elementos trasladados de la posibilidad de transacción simbólica de lo real. Pero es también algo que tiene mucho menos relación con el elemento duración, proyección temporal, en tanto como entiendo el porvenir esencial del comportamiento simbólico como tal.

( Ustedes lo sienten bien, estoy forzado a ir un poco rápido. Hay muchas cosas que hay que decir sobre todo esto. Y es cierto que el análisis de nociones por muy diferentes como estos términos de: resistencia, resistencia de transferencia, transferencia como tal … La posibilidad de hacer comprender a este propósito eso que hay que llamar propiamente « transferencia » y dejar a la resistencia. Yo creo que todo esto puede muy fácilmente inscribirse por relación a estas nociones fundamentales de lo simbólico y de lo imaginario).

Simplemente querría, para terminar, ilustrar en cierto modo (siempre hay que dar una pequeña ilustración de lo que se cuenta), darles algo que no sea más que una aproximación en relación a los elementos de formalización que desarrollé mucho antes con los alumnos del Seminario (por ejemplo en el Hombre de las ratas). Se puede llegar a formalizar completamente con ayuda de elementos como aquellos que les voy a indicar. He aquí una clase que les mostrará lo que quiero decir.

 

He aquí cómo un análisis podría, muy esquemáticamente, inscribirse desde su principio hasta el fin:

rS – rI – iI – iR – iS – sS – SI – SR –rR – rS. rS :

realizar el símbolo.

– rS: esta es la posición de partida. El analista es un personaje simbólico como tal. Y es a este título que venimos a encontrarlo, para que él mismo sea a la vez el símbolo de la omnipotencia, que él mismo ya es una autoridad, el maestro (amo). Es en esta perspectiva que el sujeto viene a encontrarlo y que se coloca en una cierta postura que es más o menos ésta: « es usted quien tiene mi verdad « , postura completamente ilusoria, pero que es la posición típica.

– rI: Después, tenemos ahí: la realización de la imagen. Es decir la instauración más o menos narcisista en la cual el sujeto entra en una cierta conducta que justamente es analizada como resistencia. ¿ Esto en razón de qué? De una cierta relación: iI

imaginación

– iI —————–

image

Es la captación de la imagen que está esencialmente constituída de toda realización imaginaria en tanto que nosotros la consideramos como instintual, esta realización de la imagen que hace que el pez espinocha hembra sea cautivado por los mismos colores que el pez espinocha macho y que progresivamente entran en un cierta danza que los lleva a donde ustedes saben.

¿Qué es lo que la constituye en la experiencia analítica? Lo pongo por el momento en un círculo (cf. esquema entre el fin de la conferencia y la discusión)

Después de eso, tenemos:

iR- que es la continuación de la transformación precedente:

I es transformado en R

Esta es la fase de la resistencia, de la transferencia negativa, o también, en el límite del delirio, el cual hay en el análisis. Es una cierta manera en que algunos analistas tienden siempre a realizar: “el análisis es un delirio bien organizado”, fórmula que yo he escuchado de la boca de uno de mis Maestros, que es parcial, pero no inexacta.

Después, ¿qué pasa? Si la salida es buena, si el sujeto no tiene todas las disposiciones para ser psicótico (en este caso él queda en el estado iR), pasa a:

– IS – la imaginación del símbolo.

Imagina el símbolo. Tenemos, en el análisis, mil ejemplos de la imaginación del símbolo. Por ejemplo: el sueño. El sueño es una imagen simbolizada.

Aquí interviene:

– sS – que permite la inversión (trastocamiento, caída).

Que es la simbolización de la imagen.

Dicho de otro modo, eso que se llama “la interpretación”.

Esto únicamente después del paso (franqueamiento) de la fase imaginaria que engloba más o menos:

rI-iI-iR-iS

comienza la elucidación del síntoma por la interpretación.

(sS )

-SI-

 

Enseguida, tenemos:

-SR- que es, en suma, el fin de toda salud, que no es (como se cree) de adaptarse a un real más o menos bien definido, o bien organizado, sino de hacer reconocer su propia realidad, dicho de otra manera su propio deseo.

Así como lo subrayé muchas veces, hacerlo reconocer por sus semejantes; es decir de simbolizarlo.

En ese momento, encontramos:

– rR – <texto faltante>

Eso que nos permite llegar al fin a:

– rS –

es decir, muy exactamente a lugar de donde partimos.

No puede ser de otro modo, porque si el analista es humanamente válido, esto no puede ser más que circular. Y un análisis puede comprender muchas veces este ciclo.

– iI – es la partida propia del análisis,

es lo que se llama (sin razón) “la comunicación de los inconscientes”.

El analista debe ser capaz de comprender el juego que juega su sujeto. Él debe comprender que él mismo es el pez espinocha macho o hembra, según la danza que lleva su sujeto.

El sS, es la simbolización del símbolo. Es el analista que debe hacer ello. No hay pena, castigo: él mismo ya es un símbolo. Es preferible que lo haga con completud, cultura e inteligencia. Es para esto que es preferible, que es necesario que el analista tuviese una formación tan completa como sea posible en el orden cultural. Cuanto más sepan sobre eso, más valdrá esto. Y esto (sS) no debe intervenir más que después de un cierto estadio, después de franquear una cierta etapa. Y en particular, es en el registro que pertenece, del lado del sujeto (esto no es por nada que yo no le separé) … El Sujeto forma siempre y más o menos una cierta unidad más o menos sucesiva, cuyo elemento esencial se constituye en la transferencia. Y el analista viene a simbolizar el superyó que es el símbolo de los símbolos.

El superyó es simplemente una palabra que no dice nada (una palabra que prohibe -interdice). El analista no tiene precisamente que simbolizar algún castigo. Precisamente es lo que él hace.

El rR es su trabajo, impropiamente designado bajo el término de esta famosa “neutralidad benévola” de que se habla sin razón y a través, y que simplemente quiere decir que, para un analista, todas las realidades, en suma, son equivalentes; que todas son de las realidades. Aquella parte de la idea de que todo eso que es real es racional, e inversamente. Y es lo que debe darle esta benevolencia a la cual viene a estrellarse <texto faltante> y llevar a buen puerto su análisis.

Todo esto ha sido dicho un poco rápidamente.

Habría podido hablarles de muchas otras cosas. Pero, además, esto es sólo una introducción, un prefacio a lo que intentaré tratar más completamente, más concretamente, el informe que espero hacerles, en Roma, sobre el sujeto del lenguaje en el psicoanálisis.

DISCUSIÓN:

El Profesor LAGACHE agradece al conferenciante y abre la discusión.

 

Sra MARCUS-BLAJAN – Su conferencia hizo en mí « resonar las campanas » es una lástima que no haya comprendido ciertas palabras. Por ejemplo: « transcendentales ». Dos cosas particularmente me impactaron:

– Lo que usted dijo a propósito de la angustia y de la culpabilidad;

– Y lo que usted acaba de decir a propósito de rR.

Esto son cosas que sentimos muy confusamente. Lo que usted dice de la angustia y de la culpabilidad me lleva a pensar en el caso, en la agorafobia, por ejemplo.

Lo que usted dice a propósito de rR… que todo eso que existe tiene el derecho a existir ya que es humano…

Dr. LACAN – Eso que yo he dicho a propósito de la angustia y de la culpabilidad… la distancia… La angustia está ligada a la relación narcicista, Señora Blajan ha dodo una ilustración muy bonita, (pues no hay fenómeno más narcisista) con la agorafobia.

Cada vez que he comentado un caso en mi seminario, yo he mostrado siempre los diferentes tiempos de reacción del sujeto. Cada vez que se produce un fenómeno en dos tiempos, en la obsesión por ejemplo, el primer tiempo es la angustia, y el segundo tiempo es la culpabilidad que da apaciguamiento a la angustia sobre el registro de la culpabilidad.

A propósito de la palabra « trascendente »… esa no es una palabra muy metafísica, ni hasta metapsicológica. Voy a tratar de ilustrarlo. ¿ Qué es? ¿ Qué es lo que quiere decir, en la ocasión precisa donde la empleé?

Es esto: que en la relación a su semejante, en tanto que tal, en la relación a dos, en la relación narcicista, hay siempre, para el sujeto, aquella cosa de lo desvanecido.

Él siente en resumidas cuentas que él es el otro, y el otro es él. Y este sujeto definido recíprocamente es uno de los tiempos esenciales de la constitución del sujeto humano. Es un tiempo donde no quiere subsistir, aunque su estructura siempre esté a punto de aparecer, y muy precisamente en ciertas estructuras neuróticas.

La imagen especular se aplica al máximo. El sujeto no es más que el reflejo de sí-mismo. La necesidad de constituir un punto que constituye eso que es trascendente, es justamente el otro en tiempo otro.

Se pueden tomar miles de ejemplos.

Por ejemplo, es todo un hecho claro, puesto que yo tomo el ejemplo de la fobia. El hecho que es justamente a una angustia semejante que corresponde el hecho de subsitir al compañero humano algo también extraño, también separado de la imagen humana que es la imagen animal. De hecho, si vemos que en lo que pudiéramos pensar en la función, (porque todo esto no es transparente, cualesquiera que sean los trabajos que se hubieran hecho sobre eso), en lo que pudiéramos pensar en el origen histórico efectivo (réelle) del totemismo, hay una cosa muy cierta, el caso es que está ligado en todo caso a la interdicción del canibalismo, es decir que no se puede comer… porque es sin embargo el modo de relaciones humanas primitivas. El modo de relación humana más primitivo es ciertamente la absorción de la sustancia de su semejante.

Allí usted ve bien cual es la función del totemismo. Es hacer un sujeto que trascienda a ése. ¿ No pienso que el Dr. Gessain me contradirá?

Allí encontramos diferentes cuestiones sobre uno de los puntos que más nos interesa : la relación entre niños y adultos. Los adultos, para el niño, son transcendentales para que sean iniciados. El más curioso es que justamente los niños no son menos transcendentales para los adultos. Es decir, por un sistema de reflexión característico de toda relación, el niño deviene, para los adultos, el sujeto de todos los misterios. Es la sede de esta suerte de confusión de lenguas entre niños y adultos, y uno de los puntos más esenciales en que nosotros debemos dar cuenta cuando se trata de la intervención en niños.

Habría otros ejemplos para tomar.

En particular en eso que constituye la relación edípica de tipo sexual, que es aquella cosa del sujeto, y que le traspasa (adelanta) al mismo tiempo, constitución de una forma a una cierta distancia.

 

Dr. LIEBSCRUTZ – Usted nos habló de lo simbólico y de lo imaginario. Mas está lo real, de lo que usted no habló.

Dr. LACAN – Yo he hablado sin embargo un poco.

Lo real es o la totalidad, o el instante desvanecido…

En la experiencia analítica para el sujeto, es siempre el golpe a algo, por ejemplo: el silencio del analista.

Habría debido decir que, sin embargo, se produce algo que yo añado solamente al final. Se produce sin embargo, a través de este diálogo, algo que es completamente sorpredente, sobre lo cual no pude insistir, es decir, es uno de los hechos de la experiencia analítica que valdría, a sí a solas, mucho más que una comunicación. Se debe colocar la cuestón bajo este ángulo: ¿ Cómo se hace? (tomo un ejemplo completamente concreto), que al final del análisis de los sueños (no sé si dije o no porque él son compuestos como un lenguaje … efectivamente, en el análisis, ellos sirven de lenguaje. Y un sueño en medio o al final del análisis es una parte del diálogo con el analista…). Pues bien, ¿cómo se hace que estos sueños (y muchas otras cosas todavía: el modo en que el sujeto constituye sus símbolos…) porten algo que es la marca absolutamente sorprendente de la realidad del analista, a saber: de la persona del analista tal como ella está constituida en su ser? ¿Como sucede que a través de esta experiencia imaginaria y simbólica se acabe en algo que, en su última fase, sea un conocimiento limitado, pero sorprendente, de la estructura del analista? Es algo que por sí sólo plantea un problema que yo no puedo abordar esta tarde.

 

Dr. MAUCO – Yo me pregunto si no hace falta recordar los diferentes tipos (?) de

símbolos.

Dr. LACAN – Es un emblema.

Dr. MAUCO – El símbolo es de lo vivido.

Por ejemplo, la casa, experimentada primero por un símbolo, luego es elaborada colectivamente, disciplinada colectivamente … Evoca siempre la palabra casa.

Dr. LACAN – Déjeme decirle que en no soy en absoluto de esa opinión, como lo demuestra la experiencia analítica, a saber que todo lo que constituye el símbolo, estos símbolos que se encuentran en las raíces de la experiencia analítica, que constituyen los síntomas, la relación edípica … Jones hace un pequeño catálogo y demuestra que se trata siempre y esencialmente de los temas más o menos conexos a las relaciones de parentesco, del tema del rey, de la autoridad del maestro (amo), y de eso que concierne a la vida y la muerte.

Entonces, todo eso de lo que se trata allí, es evidentemente de símbolos. Precisamente son elementos que no tienen absolutamente nada que ver con la realidad.

Un ser completamente enjaulado en la realidad, como el animal, no tiene ninguna clase de ideas.

Son justamente los puntos donde el símbolo constituye la realidad humana, donde él crea esta dimensión humana sobre la cual insiste Freud a cada paso cuando el dice que el neurótico obsesivo vive siempre en el registro de eso que consiste al máximo de los elementos de la incertidumbre, de eso que él designa como: “la duración de la vida…. <<La paternidad… >>. Todo eso que no es evidencia sensible. Todo eso que está construído en la realidad humana es construído primitivamente por ciertas relaciones simbólicas que pueden luego encontrar su confirmación en la realidad. El padre es efectivamente el progenitor. Pero antes de que lo supiésemos de fuente cierta, el nombre del padre creó la función del padre.

Creo pues que el símbolo no es una elaboración ni de la sensación ni de la realidad. Que propiamente(limpiamente) es simbólico (y los símbolos más primitivos) es algo otro que introduce en la realidad humana algo diferente, y que constituye todos los objetos primitivos de la verdad.

Lo que es notable es que la categoría de los símbolos, los símbolos simbolisantes, son todos ellos de aquel registro, a saber conteniendo (admitiendo), por la creación de los símbolos, la introducción de una realidad nueva en la realidad animal « .

Dr. MAUCO – Mas sublimado y elaborado, tenemos el basamento del lenguaje ulterior.

  1. LACAN – Allí, completamente de acuerdo.

Por ejemplo, las relaciones, los lógicos mismos apelan muy naturalmente al término de parentesco. Es el primer modelo de una relación transitiva.

 

Dr. MANNONI – El pasaje de la angustia a la culpabilidad parece ligado a la situación analítica.

La angustia puede conducir a la vergüenza, y no a la culpabilidad. Mientras que la angustia no evoca la idea de un castigador, sino de una puesta aparte, es la vergüenza que aparece.

La angustia puede traducirse no en culpabilidad, pero sí en duda. Me parece que es porque el analista está allí que la angustia se transforma en culpabilidad.

Dr. LACAN – ¡Completamente de acuerdo! Es una situación privilegiada en la experiencia analítica que hace que el analista detente la palabra, que él juzga; y porque el análisis se orienta enteramente en un sentido simbólico, porque el analista lo sustituyó en eso que falló, porque el padre no fue más que un Superyó, es decir una <<Ley sin palabra>>, para que además esto sea constitutivo de la neurosis, que la neurosis es definida por la transferencia.

Todas estas definiciones son equivalentes.

Hay en efecto otros indicadores infinitos a la reacción de la angustia. No está excluído que ciertas aparecen en el análisis… Cada una amerita ser analizada como tal.

Yo creo que la cuestión de la duda, ella, está mucho más próxima de la constitución simbólica de la realidad. Ella es en algún modo previa. Si hay una posición que se puede calificar esencialmente en el sentido que yo la entiendo, de <<subjetiva>>, es decir que es ella la que constituye toda la situación. A saber: ¿cuándo y cómo está ella realizada? Este es un desarrollo aparte.

 

Dr. BERGE – El pasaje de la angustia a la culpabilidad… Eso que me impactó en esas dos cosas, es la noción de inseguridad. La angustia y la culpabilidad: la inseguridad. La angustia y la culpabilidad: la inseguridad… la angustia es experimentada hondamente sin saber qué es el peligro. La culpabilidad es una defensa, porque hay un objeto, y se sabe eso que es.

Dr. LACAN – – … Necesito bien un puente giratorio …

Un… indeterminado se me hace un suplicio durmiente.

 

  1. GRANOFF – El paralelismo entre la actitud de los hombres vis a vis de la antropofagia y de sus niños.

Sin remontarnos muy lejos en la Historia, en la historia de los normandos, hacia el siglo 16, algunas prisiones de marineros contenían la renuncia a la antropología* diciendo que los marineros  » renunciaban a beber de la sangre humana… a embrocher niños sobre la

Diciendo que los marineros « renunciaban a beber sangre humana… a espetar niños con el asador ».

El esquema que usted nos da aquí encuentra su ilustración en el proceso analítico, pero también en la formación de la personalidad. Lo que prueba que el análisis no hace más que repetir el proceso de formación de la personalidad.

  1. LACAN – El fetichismo es una transposición de lo imaginario. Él deviene un símbolo.

Dr. GRANOFF – Para hablar de lo real, se necesita totalmente la ayuda de alguien para aprehender lo real. Y, en el fondo, la estructura de la personalidad del fetichismo sería un análisis que se habría interrumpido después de iS.

El fetichismo ** no es un órgano sexual femenino nos enseña Freud, mas una imagen angustiante que hace partir un proceso del orden de lo imaginario. Y es la partida que, en este caso particular no acaba jamás. Yo jamás he conducido un caso de fetichismo hasta el final. Pero me parece que el ejemplo del fetichismo es irremplazable.

Dr. LACAN – En efecto, yo no retomo el fetiche…

Dr. GRANOFF – Pero, bajo el reporte de la culpabilidad, en la medida donde el fetiche le permite una relación entre…

 

Dr. PIDOUX – Yo ví, a propósito de angustia y culpabilidad, yo querría pedirle si usted no piensa que el símbolo no interviene … (¿?) … Y de la angustia al trabajo, y del elemento transferencial.

Dr. LACAN – Exactamente, como interviene en el menor acting-out… eso que es transferencia y…

 

Sr. ANZIEU – Cuando Freud hizo la teoría clínica, tomó los modelos de las teorías de su época … Proponiéndonos este principio de esquema me gustaría saber si estos modelos son del registro del símbolo o de lo imaginario. ¿ Y cuál origen dar a estos modelos?

¿Lo que usted propone hoy es un cambio de modelo permanente de pensar los datos clínicos, adaptar a la evolución cultural? O algo más.

Dr. LACAN – más adaptado a la naturaleza de las cosas, si consideramos que todo aquello de lo que se trata en el análisis es del orden del lenguaje, es decir, en resumidas cuentas, de una lógica.

Por consiguiente, es lo que justifica esta formalización que interviene como una hipótesis.

En cuanto a lo que usted dice sobre Freud, no estoy de acuerdo en que sobre el sujeto de la transferencia hubiera tomado modelos más o menos atomísticos, asociacionistas, incluso mecanicistas del estilo de su época.

Eso que me parece sorpredente, es la audacia con la cual admitió por completo como moda no repudiar en el registro de la transferencia: el amor, puramente y simplemente. No considera en del todo que esto sea un tipo de imposibilidad, de impase, algo que sale de los límites. Vió bien que la transferencia, es la misma realización de la relación humana bajo su forma más elevada, realización del símbolo, que está ahí, en el punto de partida, y que está al final de todo esto.

Y entre un comienzo y un fin, que son siempre la transferencia; al principio en potencia, dado por el hecho de que el sujeto viene, la transferencia está allí, presta a constituirse. Está allí desde el principio.

Qué Freud hubiera hecho reintroducir el amor, es una cosa que debe mostrarnos bien hasta qué punto daba a sus relaciones simbólicas su alcance, hasta sobre el plano humano, porque, en resumidas cuentas, si debemos dar un sentido a ese algo de límite, de lo que se pudiera apenas hablar, lo que es el amor, es la conjunción total de la realidad y del símbolo que hacen una sola y misma cosa.

 

  1. DOLTO – Realidad y símbolo, ¿qué entiendes por realidad?
  2. LACAN – Un ejemplo: la encarnación del amor es el don del niño, que, para un ser humano tiene este valor de algo más real.
  3. DOLTO – Cuando el niño nace, él es simbólico del don. Pero puede haber también don son niño. Puede entonces haber palabra sin lenguaje.

Dr. LACAN – Justamente, estoy dispuesto a decirlo todo el tiempo: el símbolo sobrepasa la palabra.

Dr. DOLTO – Nosotros llegamos todo el tiempo a ¿ »qué es lo real”?  » Y escapamos de eso todo el tiempo. Y hay otra manera de aprehender la realidad psicoanalítica así como aquella allí, la que para mi psicología me parece muy extrema. Pero tú eres un Maestro (Amo) tan extraordinario que se te puede seguir para comprenderte sólo después.

En la aprensión sensorial, que es un registro de la realidad, en las hiladas que me parecen más seguras… previas al lenguaje, y la imagen de nuestro cuerpo. Y pensaba todo el tiempo, y sobre todo para la expresión verbal, ya que el adulto pasa (passe) sobre todo con la expresión verbal de lo imaginario, si no hay la imagen del cuerpo propio… (?).

Tan pronto como el otro tiene orejas, no podemos hablar… (?)

Dr. LACAN – Tú piensas mucho en eso, tu, que el otro tiene orejas?

Dr. DOLTO – no yo, los niños.

Sí, yo hablo, es porque yo sé que hay orejas. No hablaré de eso antes de la edad edípica, hablamos hasta si no hay orejas.

Dr. LACAN – ¿Qué es lo que quieres decir?

Dr. DOLTO – Para hablar, hace falta que hubiera boca y orejas. Entonces queda una boca.

Dr. LACAN – Es lo imaginario.

Dr. DOLTO – Tuve de ello ayer el ejemplo. Ayer, en un niño mudo que ponía ojos sin oreja. Le hubiera dicho (como es mudo), le digo: « no es asombroso que no pueda hablar, ése, ya que no tiene boca « .

Trató con un lápiz de poner una boca. Pero se la puso al niño en el lugar que cortaba el cuello. Perdía la cabeza si hablaba; perdería la inteligencia; él perdería la noción de un cuerpo vertical, si él hablaba. Para hablar, falta la certeza de que hay una boca y que hay orejas.

Dr. LACAN – Sí, estoy dispuesto.

Pero los hechos muy interesantes a los que das valor están completamente ligados a algo completamente dejado de lado; ligados a la constitución de la imagen del cuerpo como… *** del yo (moi), y con este filo ambiguo; con el cuerpo dividido en trozos.

No veo donde tienes como objetivo …

Dr. DOLTO – El lenguaje no es más que una de las imágenes. Es sólo una de las manifestaciones del acto de amor, que una de las manifestaciones donde ser en el acto de amor, está desmenuzado. No estamos completos, ya que necesitamos completarnos cuando necesitamos de la palabra. Él no sabe lo que dice, es el otro, si él lo entiende. Lo que pasa por el lenguaje puede no pasar mucho por otros medios.

 

Dr. MANNONI – Una observación:

¿ El que los dibujos no son imágenes, sino objetos y el problema de saber si su imagen es símbolo o realidad? Es extremadamente difícil.

Dr. LACAN – Es uno de los modos por los cuales en todo caso en la fenomenología de la intención, se aborda lo imaginario, por todo lo que es reproducción artificial, los más accesibles.

 

Sra. MARCUS-BLAJAN – Es sorpredente ver el predominio de lo visual. Los sueños en general son visuales. Yo me pregunto ¿a qué corresponde esto?

Dr. LACAN – … Todo lo que son captaciones …

 

 

[1] Para la lectura, la traducción y la presentación de este texto me he basado en su versión disponible en lengua francesa en la dirección de la École Lacanienne de Psychanalyse (E.L.P.), http://www.ecole-lacanienne.net; y en la estenotipia del mismo texto disponible en la dirección de Gaogoa, http://gaogoa.free.fr/. (N.del.T; 15 de septiembre de 2007)

[2] Jacques Lacan

[3] hic et nunc : en seguida, ahora mismo

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¿Qué es topología? El corte metafórico en el deslizamiento de la cadena significante.
La recta infinita – 1 – [droite infinie], por Jean-Michel Vappereau (PDF) – (Traducido por Luisa M. Matallana)
La recta infinita – 2 – [droite infinie], por Jean-Michel Vappereau (PDF) – (Traducido por Luisa M. Matallana)
Iletrismo psicoanálisis y Topología
Fetichismo : Lo simbolico, lo imaginarioy lo real
Recurso a las propuestas de Gottlob Frege, de Luisa Matallana
Dos notas sobre el nino de Jacques Lacan, presentado por: Luisa M. Matallana
Corregido de los dibujos del texto de Lacan: « El Sinthome », por Gérard Crovisier
The Lost Topology of Psychoanalysis, by Robert Groome Lacan has constructed its discipline in a topology (Greek topos [place] + logos [discourse/reason/logic]) (English).
DISCURSO, SÍNTOMA E INSTITUCIÓN EDUCATIVA, de Montse Vidal i Jordá – La ciencia, en nuestra sociedad actual, ocupa un lugar relevante sobre todo por el cambio de valor que ha sufrido la investigación: hay que saberlo todo, hay que investigar sobre todo.
El abordaje lógico del ser sexuado, por Carlos Bermejo Este texto recoge la presentación del libro Real y simbólico en el último Lacan. Un camino de ida y vuelta. Apuntes para una lógica de los cuantificadores: “Inexistencia” y “No-del-todo”.
La Letra y lo femenino, de Graciela Kait
El poder de la palabra vacía – Autors : Hugo Calello y Susana Neuhaus
Sobre el Inconsciente y el Lenguaj : Una introduccion a Lacan Autor: Juan Camuña
La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud
« Condiciones laborales y trastornos de la intimidad en el interior de la Globalización ». por Pedro Bugani
Iletrismo-Nudamientos-Verdad matematica (a-Nudamientos)
El texto « Lituraterra«  : una lección del Seminario XVIII de Jacques Lacan.
Topologia y Psicoanalisis : Sitio :a-Nudamientos : Coordinador : Carlos Bermejo

    • a-Nudamientos N°1
  • a-Nudamientos N°2

Presentación de Jean-Michel Vappereau
Joyce-Hamlet y Freud-Edipo, por Jean-Michel Vappereau