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El texto « Lituraterra » de Jacques Lacan

(Extraits de Freud-Lacan.com)

El texto « Lituraterra » es una lección del Seminario XVIII de Jacques Lacan.

« Una de las particularidades de esta lección de 1971 es el haber sido escrita previamente: el texto fue publicado entonces en una revista literaria que había pedido la participación de Lacan sobre el tema  » literatura y psicoanálisis « . En su Seminario, Lacan, tenía la versión escrita entre manos y la lección se llevó a cabo entre lectura del escrito y comentarios suplementarios de su autor. Es así que podemos decir que hay « dos versiones » de esta lección, una oral y otra escrita.

Versione oral (Francès) « Lituraterre ».


Versione escrita : « Lituraterra » :

Esta palabra se legitima del « Ernout y Meillet »: lino, litura, liturarius. Se me ocurrió, sin embargo, de este juego de la palabra del que suele suceder que se haga ocurrencia: lo burlesco tocando a los labios, la inversión al oído.

Este diccionario (que a él se vaya) me aporta auspicio de ser fundado en un punto de partida que yo tomaba (partir, aquí, es repartir) del equívoco del que Joyce (James Joyce, digo) desliza de a letter a a litter, de una letra (traduzco) a una basura.

Recordamos que una « me-cenas » por quererle el bien, le ofrecía un psicoanálisis, como se ofrecería una ducha. Y de Jung además…

En el juego que evocamos, él nada hubiese ganado, yendo derecho a lo mejor de lo que se puede esperar del psicoanálisis en su fin.

¿Al hacer estercolera de la letra, es aún Santo Tomás quien le viene, como toda su obra lo testimonia?

O bien el psicoanálisis atestigua allí su convergencia con lo que nuestra época acusa, del desenfreno del lazo antiguo del cual se contiene la polución en la cultura.

Yo había bordado sobre esto, como por azar un poco antes del mayo del 68, para no fallarle al despistado de estas afluencias que desplazo donde ando de visita ahora, en Burdeos ese día. La civilización, lo recordaba entonces en premisa, es la alcantarilla.

Hay que decir sin duda que yo estaba harto del basurero al que até mi suerte. Se sabe que no estoy solo al, por repartición, confesarlo. Confesarlo o, pronunciado en francés antiguo, el avouère del cual Beckett hace balance al Debe que hace deshecho de nuestro ser, salva el honor de la literatura, y me releva del privilegio que creería tener de mi lugar.

La cuestión es saber si aquello de lo que los manuales parecen hacer alarde, o sea que la literatura sea acomodamiento de los restos, es asunto de colocación en lo escrito de lo que en principio sería canto, mito hablado, procesión dramática.

Para el psicoanálisis, que él esté suspendido del Edipo, no lo califica en nada para reconocerse en el texto de Sófocles. La evocación por Freud de un texto de Dostoievski no basta para decir que la crítica de textos, caza hasta aquí reservada al discurso universitario, haya recibido del psicoanálisis más aire.

Aquí mi enseñaza tiene lugar dentro de un cambio de configuración que se muestra con un eslogan de promoción de lo escrito, pero del cual otros testimonios, por ejemplo, que sea en nuestros días que por fin Rabelais sea leído, muestran un desplazamiento de los intereses con lo cual estoy más acorde.

Ahí estoy como autor menos implicado de lo que se imagina, y mis Escritos, un título más irónico de lo que se cree: cuando se trata, ya sea de ponencias, función de Congresos, ya sea digamos de « letras abiertas » donde cuestiono una faceta de mi enseñanza.

Lejos en todo caso de comprometerme en ese codearse literario en el cual se denota el psicoanalista falto de invención, allí denuncio la infaltable tentativa de demostrar la inadecuación de su práctica para motivar el mínimo juicio literario.

Es sin embargo asombroso que yo abra este compendio con un artículo que aislo de su cronología, y que se trate allí de un cuento, él mismo bien particular de no poder entrar en la lista ordenada de situaciones dramáticas: aquél de lo que adviene del franqueo de una letra misiva, de a sabiendas de quién suceden sus reexpediciones, y en qué términos se sostiene que yo pueda declararla llegada a destinación, luego de que, de los desvíos que ella soportó, el cuento y su cuenta se hayan sostenido sin ningún recurso a su contenido. No es sino más admirable que el efecto que ella produce sobre aquellos quienes por turno la poséen, alegando todo del poder que ella confiere al que ellos pretenden, pueda interpretarse, lo que hago, como una feminización.

He ahí habida cuenta de lo que distingue la letra del propio significante que ella conlleva. Lo que no implica hacer metáfora de la epístola. Puesto que el cuento consiste en que allí pasa [,] como por arte de magia [,] el mensaje del cual la letra hace peripecias [,] sin él.

Mi crítica, si considerar se puede como literaria, trataría, aquí lo intento, sólo sobre lo que Poe hace por ser escritor al formar un tal mensaje sobre la letra. Está claro que al no decirlo tal cual, no es insuficientemente, es tanto más rigurosamente que él lo confiesa.

Sin embargo su elisión no sabría ser elucidada mediante algún rasgo de su psicobiografía: obturada más bien sería.

(Así la psicoanalista que restregó los otros textos de Poe, aquí abandona la partida).

Mi texto no sabría más que los otros resolverse por la mía: el voto que yo formularía por ejemplo de ser al fin leído convenientemente. Porque aún haría falta para eso que se desarrolle lo que yo entiendo que la letra lleva para llegar siempre a su destino.

Es cierto que, como de ordinario, el psicoanálisis aquí recibe, de la literatura, si él toma de la represión en su campo una idea menos psicobiográfica.

Para mí, si propongo al psicoanálisis la letra como en suspenso, es que él muestra ahí su fracaso. Y es por ahí que lo aclaro: cuando invoco así las Luces, es para demostrar donde él hace agujero. Lo sabemos desde hace mucho tiempo: nada más importante en óptica, y la más reciente física del fotón se arma de ello.

Método por el cual el psicoanálisis justifica mejor su intrusión: porque si la crítica literaria pudiera efectivamente renovarse, sería por el hecho de que el psicoanálisis esté ahí para que los textos se midan a él, el enigma estando de su lado.

Pero esos de los que no es mal decir el avanzar que, más que ejercerlo, son ejercidos por él, por lo menos al ser aún tomados en cuerpo —, entienden mal mis propósitos.

Opongo en su dirección verdad y saber: la primera es donde enseguida reconocen su oficio, mientras que en el banquillo, es la verdad de ellos que espero. Insisto en corregir mi tiro con un saber en jaque: como quien diría figura en abismo, no es fracaso del saber. Me entero, entonces, de que se creen dispensados de dar pruebas de saber alguno.

¿Sería letra muerta que haya puesto en el título de uno de esos fragmentos que dije Escritos,…, de la letra la instancia, como razón del inconsciente?

¿Acaso no se designa bastante en la letra lo que, debiendo insisitir, no está allí en pleno derecho, tan fuerte de razón que aquello se avanza? ¿Decirla mediana o bien extrema, es mostrar la bifidez donde se compromete toda medida, pero no hay acaso nada en el real que prescinda de esta mediación? La frontera cierto es, al separar dos territorios, simboliza que son los mismos para quien la franquea, que tienen común medida. Es el principio del Umwelt, que hace reflejo del Innenwelt. Fastidiosa, esta biología que se da ya todo desde el principio: el hecho de la adaptación sobre todo; sin hablar de la selección, franca ideología que se bendice de ser natural. La letra no es ella… más propiamente litoral, es decir figurando que un dominio entero se haga para el otro frontera, de ser extranjeros, al punto de no ser recíprocos.

¿El borde del agujero en el saber, no es lo que ella dibuja? ¿Y cómo el psicoanálisis, si, justamente lo que la letra dice « al pie de la letra » por su boca, no debía desconocerlo, cómo él podría negar que él sea, este agujero, —de lo que al colmarlo, él recurra ahí a invocar el goce?

Queda por saber cómo el inconsciente que digo ser efecto de lenguaje, en tanto que de aquél supone la estructura como necesaria y suficiente, rige esta función de la letra.

Que ella sea instrumento propio de la escritura del discurso, no la vuelve impropia para designar una palabra por otra, incluso por otro, en la frase, para simbolizar entonces ciertos efectos de significante, pero no impone que ella sea en esos efectos primaria.

Un examen no se impone, de esta primaridad, que no se debe ni siquiera suponer, sino de aquello que del lenguaje llama litoral a lo literal.

Lo que he inscrito, valiéndome de letras, de las formaciones del inconsciente para recuperarlas de donde Freud las formula, para ser lo que son, efectos de significante, no autoriza a hacer de la letra un significante, ni a afectarla, tampoco, de una primaridad con respecto al significante.

Tal discurso confusional no ha podido surgir sino de aquel que me importa. Pero me importa a otro que yo designo, llegado el momento, como discurso universitario, es decir el saber usado a partir de lo semblante.

La menor impresión de que la experiencia de la que me ocupo, no puede situarse sino en otro discurso, debió abstenerse de producirlo, sin confesarlo como mío. Que me eviten ¡a Dios gracias! no impide que al importarme en el sentido que acabo de decir, me importunen.

Si hubiera encontrado válidos los modelos que Freud articula en un Proyecto al horadarse rutas impresivas, no habría por eso tomado metáfora de la escritura. Ella no es impresión, aunque no le guste al bloque maravilloso.

Cuando saco partido de la carta 52ª a Fliess, es al leer lo que Freud podía enunciar bajo el término que forja como WZ, Wahrnehmungszeichen, como lo más cercano al significante, en la época en la que Saussure todavía no lo ha reproducido (del signans estoico). Que Freud lo escriba en dos letras, no prueba más que en mí, que la letra sea primaria.

Voy a intentar pues indicar el meollo de lo que me parece que produce la letra como consecuencia, y con respecto al lenguaje, precisamente lo que digo: que lo habita quien habla.

Tomaré los rasgos de lo que [,] de una economía del lenguaje [,] permite dibujar lo que promueve a mi parecer, que la literatura vire quizás a lituraterra.

No causará asombro el verme proceder a una démostración literaria ya que eso es andar al paso al que la cuestión se produce. En lo que puede sin embargo afirmarse lo que es tal demostración.

Vuelvo de un viaje que esperaba hacer al Japón de lo que de un primero había experimentado… de litoral. Que se me entienda a medias palabras de lo que recién del Umwelt repudié como volviendo el viaje imposible: *** de un lado entonces, según mi fórmula, asegurando su real, pero prematuramente, solamente por hacer [al volver], pero por error [una mala distribución], imposible la partida, es decir [o sea ] a lo sumo cantar « Partamos ».

No mencionaré sino el momento que obtuve por [de] una ruta nueva, al ya no tomarla como fue la primera vez [,] prohibida. Reconozco sin embargo que no fue al ir [a la ida] a lo largo del círculo ártico en avión, que me hizo lectura lo que veía de la planicie siberiana.

Mi ensayo presente, en cuanto podría intitularse a propósito [sobre, de] una siberiética, no habría entonces visto la luz [el día] si la desconfianza de los Soviéticos me hubiera dejado ver las ciudades, incluso las industrias, las instalaciones militares que son [hacen] para ellos el precio [valor] de Siberia, pero no es sino condición accidental, aunque menos quizá al llamarla occisontal, al indicar [ahí] el accidente de un amontonamiento de la occisión.

La única decisiva es la condición litoral, y ella no jugaba sino al regreso por [al, de] ser literalmente lo que el Japón con su letra me había sin duda hecho ese pequeño exceso que es justo lo necesario [que se necesita] para que yo lo sienta, ya que después de todo yo había dicho que ahí se encuentra eso [aquello] de lo que su lengua eminentemente se afecta.

Sin duda este exceso se debe a lo que el arte transporta [vehicula, transmite] de él: diré al respecto [sobre esto] que la pintura [ahí] demuestra de su matrimonio [sus esponsales] con la letra, muy precisamente bajo la forma de la caligrafía.

Cómo decir lo que me fascina en esas cosas que cuelgan [se balancean], kakemono como se dice vulgarmente, cuelgan [penden] de los muros de todo museo en esos [aquellos] lugares, llevando inscritos caracteres, chinos de formación, que conozco un poco, pero que, por poco que los conozca, me permiten medir lo que [de esto] se elide en la cursiva, donde lo singular de la mano arrolla [aplasta] lo universal, o sea propiamente lo que les enseño que vale [valer] solamente a partir del [por] significante: yo ya no lo encuentro [ahí] pero es que soy novicio [novato]. Ahí además no está lo importante, pues incluso que ese singular acentúe una forma más firme, y añada [ahí] la dimensión, la demansión, ya lo he dicho, la demansión del nomasdeuno, esa de la que se evoca lo que instauro del sujeto en el Huno-Demás, por lo que amuebla la angustia de la Sincosa [Cos(a)], o sea lo que connoto con [la] a hecho aquí objeto, por ser lo que está en juego ¿de qué apuesta que se gana con tinta y pincel?

Como irrefutablemente me apareció, esta circunstancia no es vana: de entre las nubes, el correr del agua, único rastro [huella] en aparecer, [de] operar ahí aún más que por indicar su relieve en esta latitud, en lo que de Siberia hace planicie, planicie desolada sin otra [ninguna] vegetación que la de [solamente] reflejos, los cuales empujan a la sombra lo que no espejea de ellos.

El correr del agua es reunión del rasgo primero y de aquello que lo borra. Lo he dicho: es de su conjunción que se hace sujeto, pero por marcar en ella dos tiempos. Hace falta entonces que se distinga allí la tachadura.

Tachadura de cualquier rastro [huella] que esté de antemano, es lo que hace tierra del litoral. Litura pura, es lo literal. Producirla, es reproducir esta mitad sin par por la que el sujeto subsite. Ésa es la hazaña de la caligrafía. Intenten hacer esta barra horizontal que se traza de izquierda a derecha para figurar de un trazo el uno unario como carácter, les tomará mucho tiempo encontrar en qué punto de apoyo arranca [comienza, inicia, se lanza, se acomete], con qué suspenso se detiene [para]. La verdad es que no hay esperanzas para un occidentado.

Para eso hace falta un tren que se atrapa [agarra] solamente al desprenderse [desatarse, desasirse, separarse] de lo que sea que les tache [raye].

Entre centro y ausencia, entre saber y goce, hay litoral, que vira a lo literal solamente si ese viraje [curva], pudieran tomarlo, el mismo, en todo momento. Sólo [solamente] por eso pueden ustedes considerarse [tenerse por] agente que lo sostiene.

Lo que se revela de mi visión del correr del agua, por lo que allí domina la tachadura, es que al producirse de entre las nubes, ella se conjuga con su fuente, que es justamente a las nubes que Aristófanes me llama para encontrar lo que ocurre con el significante: o sea lo semblante [la apariencia], por excelencia, si es desde su ruptura que llueve, efecto por lo que de él se precipita, lo que ahí era materia en suspensión.

Esta ruptura que disuelve lo que hacía forma, fenómeno, meteoro, y sobre [a propósito, de] la que he dicho que la ciencia se produce al investigar este aspecto [atravesar el aspecto], no será también que al expulsar lo que de esta ruptura haría goce de manera que el mundo o también [tanto como] lo inmundo, ahí tenga [tuviera] pulsión para figurar la vida.

Lo que de goce se evoca cuando se rompe lo [un] semblante, he ahí lo que en lo real se presenta como agrietamiento.

Es del mismo efecto que la escritura es en lo [el] real el abarrancamiento del significado, lo que llovió de lo semblante en tanto ella [él?] es el significante. La escritura no calca éste, sino sus efectos de lengua, lo que de ésta se forja por quien la habla. Ella no remonta allí sino para tomar nombre, como sucede con esos efectos entre las cosas que denomina la batería significante por haberlas enumerado.

Más tarde desde el avión se vieron al ahí sostenerse en isobaras, aunque fuese al oblicuar de un terraplén, se vieron otros rastros [trazos] normales a aquellos donde la pendiente suprema del relieve se marcaba con ríos.

¿Acaso no he visto en Osaka cómo las autopistas se posan unas sobre otras como planeadores venidos del cielo? Además que allá la arquitectura más moderna junta con la antigua para hacerse aleteo de pájaro [al hacerse ala al « abatirse » de un pájaro cuando se posa].

¿Cómo el camino más corto de un punto a otro se hubiera mostrado sino por la nube que empuja el viento mientras él no cambie de rumbo? Ni la ameba, ni el hombre, ni la rama, ni la mosca, ni la hormiga no hubiesen sido ejemplo de eso antes que la luz se revelara solidaria de una curvatura universal, ésa donde la recta se sostiene sólo del inscribir la distancia en los factores efectivos de una dinámica de cascada.

De recta solamente hay escritura, como de agrimensura solamente venida del cielo.

Pero escritura como agrimensura son artefactos que solamente habitan el lenguaje [por habitar sólo el lenguaje]. ¿Cómo lo podríamos olvidar cuando nuestra ciencia es operante sólo por un escurrimiento de letritas y de gráficos combinados?

Bajo el puente Mirabeau cierto es, como bajo aquél del que una revista que fue mía hizo su insignia, al tomar prestado este puente-oreja a Horus-Apolo, bajo el puente Mirabeau, sí, corre el Sena primitiva, y es una escena tal que ahí puede derrotar al V romano de la hora cinco (cf. el Hombre de los lobos). Pero además no se goza de eso sino llueve allí la palabra de interpretación.

Que el síntoma instituya el orden con el que se evidencia nuestra política, implica por otra parte que todo lo que se articule con este orden sea pasible de interpretación.

***

Por eso tenemos [buena] razón de poner el psicoanálisis en el primer lugar de la política. Y esto podría no ser muy fácil para lo que de la política ha hecho figura hasta aquí, si el psicoanálisis se revelara [de esto] advertido [enterado, sagaz].

Bastaría quizás, nos decimos sin duda eso, que de la escritura sacáramos otro partido que de tribuna o de tribunal, para que [ahí] se jueguen otras palabras a hacernos [de eso] el tributo.

No hay metalenguaje, pero lo escrito que se fabrica del lenguaje es material quizá de fuerza para que [ahí] se cambien nuestros propósitos [palabras].

¿Es acaso posible del litoral constituir tal discurso que se caracteriza por no emitirse de lo semblante [la apariencia]? Allí está la pregunta que se propone sólo de la literatura dicha de vanguardia, la cual está ella misma hecha de litoral: y entonces no se sostiene de lo semblante [de la apariencia], pero por eso no prueba nada sino la rotura [fractura], que sólo un discurso puede producir, con efecto de producción.

Es lo que parece pretender una literatura en su ambición de lituraterrizar, es ordenarse con un movimiento que ella llama científico.

Es un hecho que la escritura [ahí] ha hecho maravilla y que todo señala que esta maravilla no está por agotarse.

Sin embargo la ciencia física se encuentra, va a verse reducida a la consideración del síntoma en los hechos, por la polución de eso que de lo terrestre llamamos, sin más crítica que el Umwelt, el entorno: es la idea de Uxküll behaviorizada, es decir cretinizada.

Para lituraterrizar yo mismo, hago notar que no he hecho en el abarrancamiento que lo llena de imágenes, ninguna metáfora. La escritura es ese abarrancamiento mismo, y cuando hablo de goce, invoco legítimamente lo que acumulo de autorio: no menos por ahí esas de las que me privo, pues ello me ocupa [entretiene].

Quisiera testimoniar sobre [de] lo que se produce de un hecho ya anotado [indicado]: a saber el de una lengua, el japonés, en tanto que la trabaja la escritura.

Que haya incluido en en la lengua japonesa un efecto de escritura, lo importante es que él se quede ligado a la escritura y que lo que es portador del efecto de escritura [ahí] sea una escritura especializada en el hecho [lo] que en japonés ella pueda leerse con dos pronunciaciones diferentes: en on-yomi, su pronunciación en carácter, el carácter se pronuncia como tal distintamente, en kun-yomi la forma con la que se dice en japonés lo que él quiere decir.

Sería cómico [ahí] ver designar, con pretexto de que el carácter es letra, los restos [pecios] del significante corriendo en los ríos del significando. Es la letra como tal que hace sostén al significante según su propia ley de metáfora. Es por lo demás [además]: del discurso, que él la agarra en la red de lo semblante [la apariencia].

Ella es sin embargo promovida de allí como referente tan esencial como toda cosa, y esto cambia el estatuto del sujeto. Que él se respalde en un cielo constelado, y no solamente en el rasgo unario, para su identificación fundamental, explica que no pueda tomar respaldo sino en el Tú, es decir en todas las formas gramaticales de las cuales el mínimo enunciado varía de las relaciones de cortesía [respeto] que él implica en su significado.

La verdad refuerza [ahí] la estructura de ficción que [ahí] denoto, de lo que esta ficción esté sometida a las leyes de la cortesía.

Singularmente esto parece trer el resultado de que no haya nada que defender de reprimido, ya que lo [él] reprimido [él] mismo consigue alojarse en [de] la referencia a la letra.

En otros términos el sujeto está dividido como en todas partes por el lenguaje, pero uno de sus registros puede satisfacerse de la referencia a la escritura y el otro de la palabra.

Es sin duda lo que le ha dado a Roland Barthes ese sentimiento embriagado que de todas estas maneras el sujeto japonés no hace envoltura a nada. El Imperio de los signos, intitula él su ensayo queriendo decir: imperio de los semblantes [las apariencias].

El Japonés, me han dicho, la encuentra mala. Porque nada [es, hay] más distinto del vacío cavado por la escritura que lo semblante [la apariencia]. El primero es cubilete presto siempre a [para] hacer acogida al goce, o por lo menos a invocarlo de [con, como] su artificio.

Según nuestros habitos, nada comunica menos de sí que un tal sujeto que en resumidas cuentas no esconde nada. Él sólo tiene que manipularles: ustedes son un elemento entre otros del ceremonial donde el sujeto se compone justamente de poder descomponerse. El bunraku, teatro de marionetas, hace ver la estructura muy [sumamente] ordinaria [de eso] para aquellos a quienes da sus costumbres mismas.

Además, como en el bunraku todo lo que se dice podría ser leído por un recitador. Es lo que ha debido aliviar a Barthes. El Japón es el lugar donde es lo más natural valerse de un o de una intérprete, justamente de lo que él no necesita la interpretación.

Es la traducción perpetua hecha lenguaje.

Lo que me gusta, es que la única comunicación que [ahí] tuve (aparte de los Europeos con los que sé manejar nuestro malentendido cultural), es también la única que allá como en otras partes pueda ser comunicación, de no ser diálogo: a saber la comunicación científica.

Ella llevó un eminente biólogo a demostrarme sus trabajos, naturalmente en el pizarrón. El hecho de que, por falta [falto] de información, no comprendí nada, no impide ser válido a lo que quedaba escrito allí. Válido para las moléculas de las que mis descendientes se harán sujetos [súbditos], sin que yo haya tenido nunca que saber cómo les transmitía lo que volvía verosímil que conmigo yo los clasifique de pura lógica, entre los seres vivos.

Una ascesis de la escritura no me parece que pueda pasar sino al juntarse a un « está escrito » del cual se instauraría la relación [referencia, correspondencia, analogía] sexual ».

                                                                          Jacques Lacan